Literatura fantástica.
Fantasy. Ciencia ficción, como se lo conoció originalmente. Ese género que ha
entregado tantos buenos títulos que hemos devorado de chicos y seguimos
descubriendo de grandes. Para muchos, un espacio exquisito para dejarse llevar
por la imaginación. Para otros, un mero pretexto para alejarse de la realidad y
evitar enfrentarla. Pero, ¿no es esa la idea? ¿Qué hay de malo en perderse un
poco entre castillos embrujados, dragones, duendes y magos? Para los soñadores
y los que escribimos este tipo de género, es incluso un elemento muy
inspirador. Nos llena el tanque de la locura y de la inverosimilitud y nos
impulsa a plasmar en forma de letras nuestros sueños y deseos más profundos, a
deformar la realidad que conocemos, a crear otra distinta y añadirle lo que
queramos. Porque la fantasía nos permite crear, sin pretender ser dioses, sino
más bien para ofrecer una aventura como jamás se hubiese imaginado. Algo
diferente, extraño e intrigante. Y la cuestión deriva en eso: dejarse llevar o
permanecer en el mismo lugar, el de la realidad, en donde siempre hay una
explicación para todo. Es como si te contaran el final de una película,
naturalmente.
Era
en la edad media en donde lo extraño, sobrenatural, maléfico y fantasmagórico
convivía con la realidad, prácticamente sin brechas. Nada era cuestionado y se
tomaban estos hechos como naturales, perfectamente posibles y verosímiles. Las
explicaciones de índole teológica parecían ser las únicas permitidas y su
influencia era tan fuerte que precisamente eran irrefutables. Pero a medida que
la ciencia avanzó y el conocimiento se fue sustentando en bases lógicas o
raciocínicas (existe esta palabra) empezaron los primeros cuestionamientos. Es
cuando esa grieta entre lo sobrenatural y lo real empieza a abrirse, a
partirse, a disgregarse. Los dogmas ya no son avasallantes, sino que se denota
su falta de sustento científico. Pero la ciencia, a su vez, no logra o no le
interesa desenmarañar los misterios de los seres que habitan lo imaginario.
Entonces, el temor y la amenaza invisible e inexplicable empiezan a predominar,
porque siempre ha de temerse a lo desconocido, a aquello cuyo origen es oscuro
y confuso.
La
ilustración viene, entonces, a cambiar el paradigma dogmático y apunta a que
todo fenómeno u hecho de la vida real tiene su explicación en la razón. Su
gestación data de finales del siglo XVII y su apogeo tiene lugar en el siglo
siguiente, que se lo conoce como “siglo de las luces”, precisamente porque
viene a iluminar aquello que se conocía como oscuro o irresoluto. El
conocimiento científico, entonces, aparece como la alternativa más “cercana” a
la verdad, buscando así abrir las mentes y fundamentar lo que antes se sabía per se. He aquí entonces el cambio de
paradigma, de mentalidad cultural. Y cuando la superstición pasa a segundo
plano, se carecen entonces de los medios mentales y espirituales para darle
precisión a los fenómenos de la imaginación. Y es aquí cuando el relato
fantástico aparece como el modelo perfecto para dar sentido y explicación a lo
desconocido.
Según
Pampa Arán, la literatura fantástica puede verse como la ficcionalización de
las manifestaciones de los cambios de mentalidad cultural surgidos en el siglo
de las luces (siglo XVIII), y que se caracteriza por la desconfianza respecto
de los valores absolutos (dogmas), de la aprehensión de la realidad como una
noción coherente de sí misma, del rol que viene a desempeñar el leguaje como
vía natural de la representación de la realidad y el socavamiento de la noción
de racionalidad.
Este
cambio de percepción del hombre sobre sí mismo y de lo intangible, misterioso y
aterrador, el desarrollo de diversas teorías de la realidad y su
conceptualización desde distintos enfoques permiten un proceso gradual de
intelectualización de lo fantástico, que confronta en “ver” y el “saber”, la
percepción sensorial y la razón. Con este nuevo esquema mental, lo terrible y
perverso es, de aquí en adelante, no saber la naturaleza de la misma realidad.
Aspectos principales
del fantasy
Uno
de los críticos que más ha analizado esta cuestión fue el búlgaro Tzvetán
Todorov en su obra titulada “Introducción
a la Literatura Fantástica”. Allí realiza una clasificación de los acontecimientos
que se narran en dos grandes grupos: por un lado, están los hechos cotidianos,
otra que decir “normales”, aquellos que se rigen por las leyes de la física que
presentes nuestra realidad. Por ejemplo, al arrojar una piedra, ésta caerá al piso
por la ley de gravedad. Por otro lado, están los sucesos “anormales” o anti
naturas, que destrozan las leyes físicas y configuran otras nuevas e
incomprensibles. Es el caso de la piedra que en vez de ir hacia abajo, lo hace
hacia arriba o hacia adelante y cambia el curso habitual de las cosas, es
decir, inserta una nueva configuración a la realidad totalmente absurda.
A
su vez, Todorov nos presenta tres tipos de relatos según la forma en que lo sobrenatural
se presenta y se combina con lo realista, a saber:
-Relatos maravillosos: Son aquellos en que
existen sucesos que no pueden explicarse con las leyes de nuestro mundo, sino
que responden a otras de una naturaleza totalmente diferente y que son
aceptadas por quienes son ajenos a ese universo, al principio con desconcierto,
luego con naturalidad. En este ámbito, se incluyen los relatos sobre magos,
gnomos duendes y brujas. La saga de Harry Potter es un buen ejemplo de esto, ya
que el protagonista descubre el mundo de los magos, sus hábitos y costumbres, a
las que luego se inserta con naturalidad y sin cuestionarla, más bien
aceptándola como tal.
-Relatos extraños: Son aquellos en que
los hechos sobrenaturales o anormales, por decirles así, reciben una
explicación lógica y bien fundamentada en el final, que los van trayendo poco a
poco al régimen de nuestras leyes físicas, que son las que justifican el truco
u engaño. En “El almohadón de plumas” de
Horacio Quiroga, por ejemplo, se resuelve el misterio del comportamiento de
Alicia y su posterior muerte cuando, precisamente al final del relato,
descubren el ácaro dentro del almohadón de la mujer.
-Relatos fantásticos: Se incluyen a
aquellos relatos cuyos fenómenos para nosotros sobrenaturales no responden a
alguna ley o naturaleza, sino que más bien vienen a poner en tela de juicio
nuestros conceptos sobre lo real e imaginario, lo racional e irracional. Los
hechos tienen lugar en un universo nuevo, pero éste tampoco interpreta sus orígenes ni tiene idea
de por qué se manifiestan. Es un juego que no da lugar ni a lo realista ni a lo
extraño o lo maravilloso. Se plantea, entonces, como un nuevo paradigma que nos
trae incertidumbre y que a la vez nos cuestiona como seres racionales y
pensantes, los que acomplejiza y torna más hostil la misma realidad que
intentamos explicar.
Por
otra parte, podemos citar a otra autora que también ha trabajado con los
aspectos que hacen al género fantástico. En “Fantasy: The Literature of Subversión” de la crítica inglesa
Rosemary Jackson se habla de que la literatura que adopta este género no hace
más que abrir, romper y quebrar la realidad ya que disloca, desestabiliza y
rechaza el orden establecido. La autora sostiene que esta cosmovisión
fantástica no se sitúa en una realidad sobrenatural, sino en el interior de los
hombres, en el mundo que albergan dentro.
Fantástico
vs maravilloso:
Siguiendo a Jackson, podemos decir que en lo fantástico se recombina y se
invierte lo real, no se escapa de lo real, como sí sucede con lo maravilloso.
Esto se da porque el principal objetivo de lo fantástico es poner en duda todas
las pautas culturales.
La
otredad como conflicto: Como consecuencia de lo de arriba, la literatura
fantástica incursiona en la otredad, esto es, desborda, altera y rompe las
fronteras entre las distintas áreas de la experiencia. Por ende, surge una realidad
alternativa, que no es precisamente la del sentido común, pero que tampoco es
sobrenatural. Se hace presente lo ausente, se habla lo indecible, se quiebran
los marcos con los que ordenamos nuestra experiencia en el mundo para
comprenderlo. Es decir, se perturba nuestra existencia a raíz de que se
corrompen nuestros preconceptos sobre cómo funciona la realidad. La cuestión
será la adaptación o el ocultamiento, pero si pasa esto, poco a poco nos
perderemos en nuestro intento de comprensión.
Experiencia sobrenatural,
por sus creadores
Nos
queda por ver un punto de vista fundamental para entender este fenómeno del
fantasy que tan alto nos hace volar y nos enloquece de pies a cabeza: me
refiero, claro está, al de los escritores. ¿Por qué escriben fantasía? ¿Qué
sienten al hacerlo o qué buscan? Al respecto, dice Vanina Rodriguez, autora de
la saga “Gemma” y de “Perpetua”:
“Me encanta mezclar realidad, historia y fantasía. Y lo
que me apasiona es la novela fantástica que permite crear nuevos mundos, jugar,
ponerle “una pizca de todo” y siempre invita a soñar”.
Crear nuevos mundos. Parece ser la premisa de quien decide o
siente la necesidad de recurrir a la fantasía para llenar a sus historias de
infinitas posibilidades. Es que al intervenir fenómenos no conocidos en nuestra
estricta realidad científica se abren nuevas grietas cuan portales, y en lo
desconocido o inexplicable los escritores poseen las herramientas justas para
crear desde cero nuevas leyes físicas o metafísicas, que pueden o no responder
a una regla o patrón de comportamiento estable o de naturaleza comprobable. Y
sí, siempre invita a soñar, o desde los sueños se sacan las ideas, como lo deja
signado la autora citada en su blog oficial:
“Las
primeras ideas de Perpetua nacieron de un sueño […] Igualmente siempre hay
recuerdos, personas, personajes, música y muchas cosas más que me van
inspirando cuando me siento a escribir o, a veces, en cualquier momento y
lugar.”
Y está comprobado que muchas de las escenas que vemos entre
sueños están basadas en cosas que vivimos durante el día, así que podría
decirse que la realidad es más que nada la inspiradora de nuestras locas
fantasías, porque deformarla o darle otro sentido es simplemente apasionante.
Por otro lado, hay quienes introducen el elemento
sobrenatural en un escenario bien local a fin de que los lectores se
identifiquen de manera más apacible con la historia y acompañe a los
protagonistas en su descubrimiento. Lograr en el público esa empatía es
fundamental para la aceptación y para que aquél que lo lea se sienta parte de
ese nuevo orden instaurado o surgido de la nada, más allá de si siempre estuvo ahí
o fue creado durante la misma trama de la historia. Y ese juego de realidad
fantástica no se crea así nomás, pues no hay que descuidar ningún aspecto de
uno u otro “universo”, por así decirlo. Se trata, entonces, de lograr un
armónico equilibrio entre lo concreto de la realidad y lo insólito de la
fantasía, que es lo nuevo e inmanejable, al menos por aquellos ajenos a esta
nueva forma de ver el mundo, que resultará más enorme y complejo como nunca lo
habían imaginado.
Finalmente, termina diciendo nuestra autora citada:
“El
realismo fantástico implica introducir elementos fantásticos, irreales, en un
contexto cotidiano para el lector, de forma verosímil, como si realmente la
historia pudiera pasar a la "vuelta de la esquina”.
Perspectiva
Las sagas de fantasía actuales se caracterizan por lo general
por dividirse en varios capítulos o partes, que mantienen en velo al lector
hasta la próxima publicación. Ya conocemos ejemplos de esto en las sagas de
Harry Potter, Las crónicas de Narnia, entre otras grandes historias. A veces,
los escritores del género no llegamos a plasmar nuestras ideas y ocurrencias en
un solo libro, por lo que nos vemos forzados a dividir las historias en varios
tomos. Siguiendo por supuesto el mismo marco argumental, agotamos de
posibilidades a ese mundo alterno que hemos creado a fin de explotar al máximo
nuestra creatividad y brindar al lector aquellos condimentos que terminan
interesándoles, claro que con la debida cautela: un exceso de fenómenos
sobrenaturales o mágicos, sin un sustento que las respalde o hecho que los
justifique (como un sueño o una alucinación) puede causar cierta confusión en
los lectores más despistados. Y la idea no es perderlos a la primera de cambio,
sino atraerlos a una aventura nueva, llena de locuras y misterios. Porque si la
lectura empieza a ser pesada, es muy posible que el lector tire la toalla o la
deje para otra ocasión, cuando su mente se relaje o tenga mayor paciencia para
ordenar sus ideas y las de la historia, como si fuera poca cosa.
Todo esto nos da una gran perspectiva: el escritor de
fantasía posiblemente vuelva a recurrir al género para alguna historia futura
si es lo suficientemente atrevido como para desafiar a las leyes de la física y
a la ciencia misma una vez más. Sólo es cuestión de explorar aquellos aspectos
de nuestra realidad que aún permanecen justificadas para así darles un nuevo
giro y crear un nuevo orden, que rige sólo en la mente del autor. Y por suerte,
hay muchas nuevas historias saliendo a la luz que poseen estas características.
Eso sí: cada una de las historias se rigen por sus propias reglas. Pero es una
suerte enorme el hecho de que, por simplemente leerlas, podamos sentir que
también nos rige a nosotros.
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