Literatura fantástica.
Fantasy. Ciencia ficción, como se lo conoció originalmente. Ese género que ha
entregado tantos buenos títulos que hemos devorado de chicos y seguimos
descubriendo de grandes. Para muchos, un espacio exquisito para dejarse llevar
por la imaginación. Para otros, un mero pretexto para alejarse de la realidad y
evitar enfrentarla. Pero, ¿no es esa la idea? ¿Qué hay de malo en perderse un
poco entre castillos embrujados, dragones, duendes y magos? Para los soñadores
y los que escribimos este tipo de género, es incluso un elemento muy
inspirador. Nos llena el tanque de la locura y de la inverosimilitud y nos
impulsa a plasmar en forma de letras nuestros sueños y deseos más profundos, a
deformar la realidad que conocemos, a crear otra distinta y añadirle lo que
queramos. Porque la fantasía nos permite crear, sin pretender ser dioses, sino
más bien para ofrecer una aventura como jamás se hubiese imaginado. Algo
diferente, extraño e intrigante. Y la cuestión deriva en eso: dejarse llevar o
permanecer en el mismo lugar, el de la realidad, en donde siempre hay una
explicación para todo. Es como si te contaran el final de una película,
naturalmente.
martes, 13 de septiembre de 2016
lunes, 12 de septiembre de 2016
Lo cotidiano como elemento identificador
¡Hola! ¿Cómo están? En esta ocasión vengo a contarles algo curioso, pero que sin dudas es común encontrar en varias obras argentinas hoy en día. Me refiero, claro esta, a los elementos cotidianos presentes en "Un extraño viaje por Grewmord". ¿A qué hago alusión exactamente? Pues precisamente a la forma en que la obra está escrita y que hará que muchos se sientan identificados. Al menos, esa es la intención.
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