Este 24 de agosto no
es una fecha más. Claro, en la actualidad hay fechas conmemorativas para casi
todo, pero nada es más importante para un escritor que sus lectores. Así es.
Fijada en homenaje al natalicio de Jorge Luis Borges, queremos celebrar en esta
fecha a la lectura, a todas aquellas personas que se animan a aventurarse en un
libro, ya sea novela, cuento, poesía u obra teatral, y hacen posible que los
escritores y sus escritos vivan y trasciendan. Porque un escritor que no es
leído es un ser incompleto, un soñador solitario, y su historia, una estrella
perdida en el cielo, ignorada, apartada de la vista, con su luz titilando una
esperanza vacía.
¿Por qué leemos? Sería lo primero que nos
preguntamos. Muchos nos responderán que somos nerds o raros, y eso es porque
los estereotipos de entretenimiento juvenil está muy modernizado, mejor dicho,
digitalizado. Ahora, el facebook o whats app suenan para las generaciones
actuales más interesantes que unos papeles aburridos, carentes de imágenes o
movimiento, e incluso de estímulos, porque de eso se trata la cosa, de
estimular peligrosamente a los jóvenes y alterar su percepción, su forma de
pensar, de hecho, los privan de pensar. Te muestran las cosas tal y cual te las
presentan y te convencen de replicarlas, porque es la única verdad. Es el
adoctrinamiento global de estos días.
¿Y el resto? Los que no caemos en las garras de la estimulación visual, leemos porque nos entretiene, nos gusta, nos apasiona. Algunos detractores dirán que leer una novela o cuento es seguirle el juego al autor, quien te lleva para donde quiere, hace con los personajes lo que quiere y te mantiene cautivo hasta que acabes de leer. Pero hay una diferencia sustancial respecto de lo que decíamos antes, de que los medios masivos de comunicación nos bombardean de imágenes y nosotros nos limitamos a verlas. Porque cuando leemos, el autor no tiene dominio sobre nuestra imaginación, sensaciones o emociones: somos libres de experimentar nuestro propio resultado de leer. No todos tienen el privilegio de hacerlo, así que deberíamos sentirnos afortunados.
Hablando
de libertad, leemos en nuestro tiempo libre u ocioso, esto último por ejemplo
cuando vamos en tren o colectivo y debemos afrontar un viaje de más de veinte
minutos o media hora. Y para los que nos gusta leer, es tiempo es vital para
animarse a hacerlo, despegarse de lo tedioso del hacinamiento de las horas pico
o del cansancio de estar parado o sentado. No hay algo mejor que superar esta a
veces odiosa circunstancia que desconcertarse un rato y viajar en paralelo a un
mundo más agradable, para que después te des cuenta que debes bajarte en la
próxima parada o estación. Prueba superada. Nota: esto puede aplicar a todas
las “esperas” posibles de la vida cotidiana.
Leemos
también para enriquecer nuestro vocabulario y mejorar la capacidad de
redacción. Esto para los escritores es más que útil, ya que, así como un médico
debe capacitarse a medida que la ciencia avanza, nosotros nos capacitamos
leyendo, que es lo más barato. Por supuesto que hay cursos de literatura, de
redacción o afines, pero adivinen. ¿Acaso no les pedirán que lean? Leer, además
de permitirnos conocer palabras nuevas u formas de decir lo mismo de varias
formas, nos abre la mente, mejora nuestra expresividad, ya cuanto más términos
conozcamos, más precisos seremos a la hora comunicar algo y hacernos entender.
¿Quién no quiere eso? Y además, si tenemos la mente abierta, será más difícil
que nos engañen. Porque las palabras nos pueden abrumar cuando tenemos poco o
nulo conocimiento de ellas, y el que sepa un poco más nos tendrá a su entera
merced, porque oportunistas de este tipo siempre los habrá. El leer entonces
nos protege de los peligros de la ignorancia, así como de los estímulos masivos
que nos impiden imaginar y, por qué no, soñar. Porque el mundo nos quiere
sumisos. Leamos, y seremos libres de pensar. Es la rebeldía que debemos
fomentar.
¿Para
quién escribimos? Puede parecer obvia la siguiente respuesta: escribimos para
el que quiera leer. No hay amenazas u hostigamiento para que cualquier ser se
ponga a leer nuestros escritos. Pero cuando alguien se anima, nos conoce y
acepta el desafío, la aventura, sabremos que escribimos para ellos, aún cuando
nunca se nos hubiese ocurrido que fulano o mengano iba a comprarnos el libro.
Una vez que llega al lector, el sentimiento es el mismo: esto que hice es para
vos, que lo disfrutes. Escribimos para el que disfrute la lectura, para el que
busque motivación para escribir un libro propio o para quien considere que vale la pena el riesgo. Más allá de si
termine gustando o no, el lector que nos lee recibirá una parte de nosotros.
Tal vez no cambiemos su vida, pero sabremos de antemano que charlamos con él,
que interactuamos e intercambiamos ideas. Podemos no estar de acuerdo en muchos
aspectos, pero al menos es mejor que andar buscando pleitos para hacerlo
cambiar de opinión. El libro es el canal de comunicación entre autor y lector,
y fomentar la comunicación nos hace más humanos y menos salvajes. Porque está
bien claro: si supiéramos hablar mejor, habría cada vez menos guerras absurdas
en el mundo.
Tipos de lector
Sabemos
que hay diversas formas de escribir, ya sea en orden natural, empezando por el
final o por la mitad o los desordenados que hacen atrocidades, pero cuyo resultado
es excepcional. Pero vale preguntar, ¿los lectores están tan locos como los
escritores? Lo veremos a continuación citando 11 tipos de lector (Fuente: informador.com,mx):
1. El lector promiscuo.
No duda en abandonar un libro que ha empezado para iniciar otro. No puede
evitarlo porque le encanta leer y no sabe decir que no.
2. El lector cascarrabias.
Es exigente y voraz. Aunque no le guste un libro jamás lo deja a la mitad, más allá de que piense en abandonar porque no le gustan cómo suenan las frases o cómo el autor encara la trama. Cuando se lo saca de encima, revolea literalmente el libro.
3. El lector cronológico.
Compra un libro y hasta que no termina de leerlo no vuelve a la librería por otro. Se atreve a abandonar una lectura sólo si existe un motivo suficientemente fuerte para dejarlo y siempre lo hace con remordimiento. Es lo opuesto al lector promiscuo.
4. El lector aniquilador.
Puede parecer temible, y lo es de hecho. Es aquél que lleva sus libros a todas partes, hasta el punto en que estos terminan llenos de hojas sueltas, cubiertas rotas o manchadas y páginas amarillentas. Aun así, esta es su forma de demostrarles su cariño.
5. El lector ocupado I.
Le gustan tanto los libros que incluso compra varios en un mismo momento, pero luego los abandona y los libra a su suerte. Pueden pasar varios meses antes de recordar que los tenía. Y cuando finalmente los lee, lamenta haber tardado demasiado en hacerlo.
6. El lector ocupado II
La verdad no le gusta leer, pero le gusta presumir que compra libros. Ocupa su tiempo en otras actividades, puede prestar sus libros y decirte luego “lo tengo que leer, cuando acabes alcanzámelo”. Y finalmente no lo hace.
7. El librófilo
Más que la lectura, lo que este lector disfruta son los libros como tal, en su aspecto físico. Su olor, sus colores, las páginas añejas, los viejos y los nuevos lo vuelven loco de atar. Podría decirse que es un lector “superficial”.
8. El anti-lector
Es aquél que piensa que los libros son muy largos y jamás lee. Tal vez le interese una historia, pero la pereza puede más. Prefiere no arriesgarse.
9. El espíritu libre
Es el adulto que lee libros infantiles, o el niño que lee libros para adultos. Es el tipo más dinámico de lector, el que más puede sorprender no sólo por su predisposición a alterar el orden de las cosas, sino porque también disfruta de ello.
10. El multi-tarea
Aunque siempre termina los libros, lee varios a la vez y termina confundiendo personajes, nombres y tramas. Es una ensalada como lector, se alimenta bien, pero a veces no sabe diferenciar una lechuga de un repollo, esto literalmente.
11. El lector somnoliento
Su momento favorito de lectura es antes de dormir. Es aquél cuyos párpados se le cierran y que cabecea como cantante de rock. Lo más entusiastas duermen con el libro bajo la almohada para evitar levantarse y guardarlo. ¿Quién sabe? Tal vez por la mañana continuará su aventura.
2. El lector cascarrabias.
Es exigente y voraz. Aunque no le guste un libro jamás lo deja a la mitad, más allá de que piense en abandonar porque no le gustan cómo suenan las frases o cómo el autor encara la trama. Cuando se lo saca de encima, revolea literalmente el libro.
3. El lector cronológico.
Compra un libro y hasta que no termina de leerlo no vuelve a la librería por otro. Se atreve a abandonar una lectura sólo si existe un motivo suficientemente fuerte para dejarlo y siempre lo hace con remordimiento. Es lo opuesto al lector promiscuo.
4. El lector aniquilador.
Puede parecer temible, y lo es de hecho. Es aquél que lleva sus libros a todas partes, hasta el punto en que estos terminan llenos de hojas sueltas, cubiertas rotas o manchadas y páginas amarillentas. Aun así, esta es su forma de demostrarles su cariño.
5. El lector ocupado I.
Le gustan tanto los libros que incluso compra varios en un mismo momento, pero luego los abandona y los libra a su suerte. Pueden pasar varios meses antes de recordar que los tenía. Y cuando finalmente los lee, lamenta haber tardado demasiado en hacerlo.
6. El lector ocupado II
La verdad no le gusta leer, pero le gusta presumir que compra libros. Ocupa su tiempo en otras actividades, puede prestar sus libros y decirte luego “lo tengo que leer, cuando acabes alcanzámelo”. Y finalmente no lo hace.
7. El librófilo
Más que la lectura, lo que este lector disfruta son los libros como tal, en su aspecto físico. Su olor, sus colores, las páginas añejas, los viejos y los nuevos lo vuelven loco de atar. Podría decirse que es un lector “superficial”.
8. El anti-lector
Es aquél que piensa que los libros son muy largos y jamás lee. Tal vez le interese una historia, pero la pereza puede más. Prefiere no arriesgarse.
9. El espíritu libre
Es el adulto que lee libros infantiles, o el niño que lee libros para adultos. Es el tipo más dinámico de lector, el que más puede sorprender no sólo por su predisposición a alterar el orden de las cosas, sino porque también disfruta de ello.
10. El multi-tarea
Aunque siempre termina los libros, lee varios a la vez y termina confundiendo personajes, nombres y tramas. Es una ensalada como lector, se alimenta bien, pero a veces no sabe diferenciar una lechuga de un repollo, esto literalmente.
11. El lector somnoliento
Su momento favorito de lectura es antes de dormir. Es aquél cuyos párpados se le cierran y que cabecea como cantante de rock. Lo más entusiastas duermen con el libro bajo la almohada para evitar levantarse y guardarlo. ¿Quién sabe? Tal vez por la mañana continuará su aventura.
¿Ya descubrieron qué
tipos de lectores son?
Relación Escritor-lector: un lazo sagrado
No hay nada más
satisfactorio para un escritor que el público se interese por su obra, haga
comentarios y críticas constructivas y se interese por elegirla como su próxima
lectura. Pero, ¿qué sucede cuando el círculo se cierra, has vendido el libro y
lo han leído? Pues es importante aquí mantener lo más que se pueda ese lazo que
se ha construido y no dejar que desaparezca. Es fundamental que el lector se
siga interesando por la obra del autor hasta mucho después de haberla leído,
sentido e interiorizado. Las redes sociales y fan page del libro y del autor
deben siempre ofrecer algo nuevo al
respecto, pero nuevo para todos los lectores, los potenciales, los simpatizantes
del género y los lectores finales, es decir, aquellos que ya lo han leído. Las
presentaciones y/o ferias del libro también pueden contribuir a la causa. Esto
es fundamental por varios motivos:
-
Mantiene
vivo el interés del propio autor por su obra, dándole la oportunidad de reinventarse
y mostrar diversas facetas de su esencia. Esto también evita un posible
“aburrimiento” por parte del escritor de su creación.
-
Mantiene
expectante al público fijo, es decir, a aquellos que han decidido seguir al
autor con la presunción de que siempre tendrá algo que ofrecer. No
decepcionarlos es la mejor forma de agradecerles su
apoyo incondicional y su interés. Ignórenlo y ese lazo sagrado se irá debilitando cada día, hasta el punto
de ser olvidado y reconocido como escritor. Y deberá empezar de nuevo, si es
que le interesa.
-
Mantiene
“cautivo” al público para introducir obras posteriores, ya sean secuelas del
libro actual o de otra índole totalmente distinta, incluso de un género
diferente. Si esa relación escritor-lector se vio alimentada adecuadamente,
cualquier cosa que el primero, cualquier trabajo presentado será bienvenido.
Porque el público no estará ligado a la historia anterior, a la actual o a una
futura, no exclusivamente, sino a su autor. Ya lo ha conocido al leerlo y se
enganchó, ahora quiere saber más de él, porque le interesa, lo moviliza, le
intriga. Y el autor debe estar ahí para seguir fortaleciendo ese lazo, de
amistad, de respeto, de ensueño. A una parte o la otra lo hará más que feliz. O
a las dos al mismo tiempo.
La
lectura es muy importante, ya lo hemos mencionado. Que los lectores nos lean,
siendo escritores, todavía más. Pero los beneficios del leer son para todos,
público en general y autores. Nos abre la mente a la imaginación, la creación
de imágenes, voces y situaciones. No da sabiduría de entendimiento y
expresionismo, que bien podemos aplicar al “mundo real” al terminar. Porque no
es como una película o programa de televisión, formas invariables de
entretenimiento con secuencias fijas impuestas y tendencia al conductismo. Con
la lectura seguimos al autor y recorremos su obra, pero desde nuestra visión y
perspectiva, porque lo que pensamos, sentimos, inducimos y soñamos al leer
cualquier libro nos pertenece, es nuestro. Si logramos percibirlo, será que
todavía no nos hemos perdido en este mundo abrumador que sólo pretende
confundirte para introducir sus mercancías, su pensamiento político, su
creencia religiosa. Y si bien un libro constituye un producto por sí mismo, es
su contenido el que nos da esa libertad que disfrutamos y merecemos. Si sos un
verdadero lector, sabrás que inequívocamente es así.
Fomentemos
la lectura en los jóvenes, retomémosla los que a veces la olvidamos por la
tiranía del tiempo; recordémosle a los más grandes que nunca es tarde para una
nueva aventura. La vida es generosa, porque ha permitido que existan los
libros. ¡Feliz día a todos los lectores!
¡Gracias por colaborar con la Revista de LEA! En este número también salió la entrevista a Leo S. Lee que hicimos para el blog afiliado Creo en las hadas... ¡IMPERDIBLE! ;)
ResponderEliminarUn abrazo, la editora de Pasen y LEAn!